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Volver a la batalla

Volver a la batalla


Por Pablo Varas

La batalla contra el pinochetismo lleva ya bastantes años y no ha sido ganada. Landerretche prefiere la paz de los cementerios.

Cuando un país no hace la fundamental, la indispensable transición política entre la dictadura y lo nuevo que llega luego de tantos años de oscurantismo terror y muerte, se prolonga en el tiempo el oprobio, las falsas promesas y los folios de la memoria de tantos años siempre quedan en tiempos de espera.

Como evidencia están los pactos entre los que de común acuerdo decidieron meter todo bajo la alfombra. Un detalle no menor es que nunca la ciudadanía logró ser informada del traspaso de las empresas públicas a manos de privados en los primeros tiempos de la dictadura. Era responsabilidad de los honorables del Congreso y hasta los días actuales ya está habitando el sueño de las arañas.

Son incontables asuntos como este.

Evelyn sin ninguna duda es el pinochetismo en estado puro, también lo suscriben Kast y Kaiser y los social cristianos. El listado de adictos es abundante. Salen a la palestra sencillamente porque el país que ellos pretenden administrar lo ven como el patio de sus casas, como el granjero que le da trigo a sus gallinas mientras entonan canciones populistas.

La hija del general Matthei recuerda a las carceleras de los campos de concentración 1940-1945, que luego de haber apaleado a prisioneras indefensas, como una cuestión inevitable, volvían a sus casas a bañar a sus hijos, preparar la cena y tocar el piano. Kast trae a la memoria los guardias que fusilaban a los prisioneros sin juicio y que, luego de la derrota nazi, con el amparo de la Iglesia, llegaron a Paine. Sin duda alguna era lo cotidiano.

Lo delicado de Evelyn en este asunto es que los días pasan sin conocer lo que hará. Habla en sentido figurado como parecido al humo de leña mojada, pero podemos intuirlo. Las mujeres perderán los derechos alcanzados, y los recortes para las políticas sociales serán cercenados hasta la última gota. No romperán relaciones con la China comunista. El modelo que admira Evelyn es el alemán; no habla de cómo serán nuestras relaciones bilaterales que tanto bien les hacen a los países de la región.

Las frases grandilocuentes en tiempos de campaña electorales son gatos negros en noches negras.

Justamente el sector de Evelyn es que le colocó fecha al Chile que pasaría de ser un país en vías de desarrollo a ser desarrollado. Chile transita 2025 y no se cumplió la predicción piñeriana; posiblemente fue aconsejado por una gitana que tuvo un mal sueño. Tan parecido a las pensiones iguales al último sueldo con el proyecto de las AFP. Entonces nos contaron que los chilenos fabricarían aviones, barcos, helicópteros. Un sistema de educación pública de calidad y gratuita para que los hijos de los chilenos que no alcanzaron a subirse al tren del desarrollo y la fama puedan superarse.

Entendible. Ella fue educada en el colegio alemán de Osorno, que no tiene número. La dictadura militar quedó instalada en su propia memoria. El poder somos nosotros el resto son nada, dijeron. Evelyn es la guaripola.

Comprensibles fueron los llantos alegres de Evelyn luego de la puesta en libertad de Pinochet en Londres. Era su tío que volvía a casa, el que usaba el mismo uniforme de su padre cargado de estrellas. Matthei Aubel, ese general que guardó silencio cobarde cuando maltrataban hasta el cansancio a Alberto Bachelet, uno de sus pares, mientras el aguilucho traidor tomaba su café tranquilo en su oficina como director de la Academia de Guerra Aérea (AGA). Las salas de tortura estaban en los comedores del subterráneo, cuando sus propios compañeros de armas lo reventaban a Bachelet a golpes de electricidad, y lo bañaban de insultos.

Evelyn no sabe o se hace, pero en los tiempos que ella consideró como inevitables hay diez mujeres embarazadas detenidas desaparecidas. Esa limitada precariedad mirando por la ventana.

Evelyn considera que más de un millón de mujeres que salieron en marzo de 2019 son mecheras, ladronas, putas y violentistas. No logra comprender que son personas que tienen derechos que han sido postergados por décadas. Pobrecita, no sabe que su derecho a voto fue trabajo y asunto de mujeres; a ella le cayó de regalo.

Más allá de las primarias, es un nuevo enfrentamiento con los herederos del horror, los que hicieron que el mundo conozca los Hornos de Lonquén. De los fusilados en Pisagua que el desierto los cuidó por años. Ella es la vocera y representante de los que consideran al lucro/beneficio/ganancia letra escrita en piedra.

Cuando las mayorías entienden que sin derechos una vida digna no es posible, entonces queda la protesta plenamente justificada. Los postergados aprendieron dónde le duele a la bandada de cuervos. Entonces hay que trabajar.

Por Pablo Varas

Fuente fotografía


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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