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Chomalí habló desde el púlpito

Chomalí habló desde el púlpito


Por Pablo Varas Pérez

Resultó extraña la intervención política del arzobispo de Santiago por hacerlo de manera tan contingente en un tiempo que está marcado por elecciones presidenciales.

Hace ya más de cien años que el Estado se separó de la iglesia, siendo Chile un país laico. Aquello no implica que las religiones hayan dejado de existir, y más aún, tienen el derecho a la palabra y generosos beneficios tributarios.

Hacer mención que fue una presidenta que se define como agnóstica, quien decreta un día en el año para festejos de las iglesias en las diferentes confesiones.

Al parecer el arzobispo Chomalí vuelve a dar un nuevo impulso a su iglesia que desde hace bastantes años cayó en el descredito, la perversión, los abusos sexuales y la pedofilia. La iglesia de Chomalí dejó de ser la institución que era en muchas ocasiones mediadora de conflictos. El mundo empresarial y la derecha se apoderó de sus púlpitos, los convirtió en trinchera y ella se dejó estar.

Recordar a los grandes empresarios defendiendo a Fernando Karadima en página completa pagada por ellos en El Mercurio. Los que firmaban aquella proclama no leyeron aquello que: sólo la verdad los hará libres, y los tres acusadores la tenían. Perdió la iglesia y los grupos económicos.

Los efectos en esos periodos fueron extremadamente graves; recordar que la máxima autoridad de la iglesia católica solicitó la renuncia a todas las altas autoridades de la iglesia católica chilena.

Errazuriz y Ezzati, anteriores a Chomalí, protegieron a miembros de la iglesia católica en los casos de abusos de menores.

Los casos de Renato Poblete, Fernando Karadima, Cristian Precht, Francisco José Cox, en esos momentos arzobispo; Felipe Berrios, Jorge Galaz, director del Pequeño Cottolengo, violentaron la conciencia de todo un país.

También es justo dejar constancia que este tipo de delitos han sido cometidos por pastores de las diferentes iglesias evangélicas a las cuales se le deben adjuntar los de carácter económico.

La iglesia católica tiene buena memoria. Constantemente nos recuerda su historia, las persecuciones de las que fueron objeto, de sus crisis y los cismas sucedidos que posibilitaron la formación de otras iglesias.

Tanto la eutanasia como el derecho que tienen las mujeres a decidir sobre su cuerpo es un asunto de derechos. Nadie censura a Chomalí por su crítica, lo que sucede es que en Chile no todos son católicos; existen los ateos, agnósticos y libres pensadores.

Los resultados en el último censo de población dejaron en evidencia el precario estado de los católicos. Para nadie es asombro que las abominables conductas de algunas autoridades católicas posibilitaron el aumento considerable del mundo evangélico.

Justo hubiera sido -porque era también un buen momento- referirse al Plan de Búsqueda de los Detenidos Desaparecidos. Allí está el caso de Antonio Llidó, a quien Pinochet definió como un cura terrorista. Joan Alsina, fusilado en el puente Bulnes. Al cura Miguel Woodward, torturado en el buque escuela Esmeralda y posteriormente hecho desaparecer.

Sacerdotes perseguidos como José Aldunate, que se consagró para condenar la tortura aplicada por los agentes del Estado. Blanca Rengifo, dedicada a la causa de los derechos humanos y tantos otros. Chomalí guarda silencio.

Era el momento para preguntar: Caín, dónde está tu hermano.

Chile es un país marcado por los atrasos en derechos fundamentales sobre los cuales se hace necesario avanzar, pero aquello está muy lejos cuando la autoridad de la iglesia los cercena, los cuestiona.

Ya el mundo en el tercer milenio debe irse desprendiendo de los dogmas y posibilitar el acercamiento al conocimiento y la ciencia, sin los cuales poco nos alejamos de la época de las cavernas.

Fue un Te Deum estrecho, panfletario, sesgado inconcluso. Más que un aporte se habló para algunos programas de candidatos a la presidencia.

Por Pablo Varas Pérez

Fuente fotografía


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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