Por Carlos Gutiérrez P.
Ya ha terminado la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas, cumpliendo 80 años desde su creación en 1945, en medio de un mundo cada vez más convulso y donde es más notorio el agotamiento y la irrelevancia de la organización, que se expone con evidencia en cada uno de sus eventos, y en particular en este en que lo que resalta son las retóricas discursivas, más que decisiones y acciones que modifiquen el estado de cosas.
El discurso del presidente chileno, el último en un foro de Naciones Unidas como tal, no estuvo ajeno a esta tendencia suya del discurso fácil, a una reiteración de su interpretación de los fenómenos globales más acuciantes solo desde la perspectiva de los síntomas, sin abordar causas profundas -incluso usando datos sin fuentes confiables ni imparciales, como la acusación a Rusia de secuestrar niñas en la guerra con Ucrania– lo que desarma su propio llamado a asumir con seriedad y urgencia la actual problemática universal.
Pero, también asumió un discurso desde una posición acomodaticia, en momentos que por lo menos exigía una mayor cuota de riesgo, justamente por la cantidad de situaciones críticas existentes, denunciando explícitamente a los responsables. Concuerdo en que todos los problemas de la humanidad nos conciernen, en base a la premisa materialista de que todo lo humano me es pertinente, y con eso clausurar la demanda de los políticos chilenos de derecha, que en su primitivo análisis critican argumentando una cuestión baladí como la distancia geográfica para involucrarse en los asuntos globales.
Criticar la actuación sionista del gobierno israelí y su genocidio contra el pueblo palestino es una obligación política, pero el asunto no termina allí. Una vez más solo la epidermis del conflicto. Detrás de esa arrogancia e irrespeto por el derecho internacional de parte de Israel, hay países, acciones y líderes que la soportan, varios de ellos parte del entramado de la “democracia siempre” de la cual tanto aboga. Sobre eso no se escuchó crítica alguna.
La misma lectura que tiene sobre el conflicto en Ucrania, dependiente del relato otanista europeo, donde no aborda las causas profundas de la convivencia segura euroasiática, ni el comportamiento criminal de estos países, el terrorismo, la censura, el armamentismo, la violación de derechos políticos a parte de la ciudadanía europea.
Pero, lo más llamativo es la total ausencia de una opinión sobre las graves situaciones que ocurren contra poblaciones y la democracia latinoamericana que, por la convivencia responsable en nuestra propia región, exigía un posicionamiento claro. Aquí faltó la empatía, la solidaridad y la valentía de la denuncia hacia Estados Unidos y parte de sus aliados europeos.
- El acoso a la democracia y la soberanía nacional que genera la actuación de Estados Unidos frente a la autonomía judicial en Brasil y presiones indebidas al gobierno colombiano.
- La política de represalia, con las consiguientes consecuencias, que ha mantenido el gobierno de Estados Unidos contra gobiernos progresistas de la región: Brasil, México y Colombia. A esta última, con su reciente descertificación en la lucha contra el narcotráfico, la deja en condiciones vulnerables frente a agresiones del propio Washington.
- La amenaza de apoderarse por la fuerza del Canal de Panamá en base a una argumentación falaz, y del cual todos los países dependemos como ruta comercial clave, además de la permanente participación de fuerzas armadas chilenas para resguardar la vía justamente en cooperación con Estados Unidos, el país que la amenaza.
- El bloqueo militar a Venezuela, con un despliegue de fuerzas militares que nada tienen que ver con una guerra al crimen organizado que supuestamente opera libremente desde ese territorio, y que es desmentido por los propios informes de la DEA así como de Naciones Unidas. El objetivo es lograr por el uso ilegítimo de una fuerza militar externa un cambio de régimen en el país caribeño, razón que distintos voceros del mismo Estados Unidos han declarado sin pudor.
Junto a las fuerzas estadounidenses, se han sumado fuerzas militares extra regionales, como Francia y Países Bajos. El presidente Boric jugó un papel destacado en la denuncia de fraude electoral en la última elección presidencial venezolana y levantó la voz en varios foros internacionales. En su propio laberinto de defensa irrestricta de derechos a todo evento, sería bueno cuestionarse si este evento, de la amenaza de una agresión militar externa para cambiar el régimen político de un país soberano, califica en la gravedad para referirse en el mayor foro mundial exigiendo respeto al derecho internacional.
- El criminal bloqueo estadounidense aplicado al estado cubano durante 63 años, condenado repetidamente en el mismo seno de Naciones Unidas, y que en los dos últimos años se ha agravado, con consecuencias humanitarias para la población.
La persecución a las fuentes de ingreso de divisas al país ha privado de recursos financieros indispensables para adquirir suministros vitales para la población cubana. Entre las principales afectaciones registradas producto de este efecto intimidatorio se encuentran la prohibición de transferencias de fondos en dólares estadounidenses u otras monedas libremente convertibles; la cancelación de cuentas de embajadas y empresas con intereses cubanos en el exterior, así como de servicios financieros para negocios relacionados con Cuba y la denegación del otorgamiento de facilidades crediticias o la tramitación de cartas de crédito.
Ello es resultado de los mecanismos de vigilancia y fiscalización impuestos por los Estados Unidos sobre la actividad bancaria internacional y consecuencia directa de las multas millonarias que han sido impuestas contra bancos extranjeros en los últimos años.
- La aplicación unilateral y ajena a los acuerdos comerciales internaciones en el marco de la OMC de los castigos arancelarios, que son usados como herramienta política para alinear a los países a sus postulados e intereses políticos. En la región se ha ensañado especialmente con México y Brasil, los dos principales estados regionales, y además con gobiernos progresistas.
Era de esperar que estos agudos problemas de nuestra región hubiesen estado también entre las prioridades discursivas, son nuestros vecinos, son nuestros hermanos latinoamericanos, y nos afectan muy directamente.
La Organización de Naciones Unidas entra en proceso eleccionario, se trata de buscar la nueva conducción de su Secretaría General que debe renovarse en 2026 y dentro de las tradiciones organizacionales, en esta ocasión le correspondería encabezar el gobierno a una representación correspondiente a la región latinoamericana (GRULA).
En este próximo período, que estará marcado por ideas para una nueva gobernanza, ya hubo un posicionamiento de los países del Grupo de los 4 (Brasil, Alemania, India y Japón) que aspiran a puestos permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU, y se pronunciaron a favor de una reforma urgente del Consejo: “En un contexto de creciente inestabilidad del orden internacional y de incapacidad de la ONU, como centro del multilateralismo, para desempeñar su papel, es extremadamente importante reformar lo antes posible el Consejo de Seguridad para que refleje verdaderamente las realidades geopolíticas actuales, aumentando así su representatividad, legitimidad, eficacia y eficiencia”.
Ya en esta Asamblea ha comenzado lentamente el proceso de dar a conocer las candidaturas y lo que será un corto e intenso camino de promoción, conversaciones y negociaciones. La nueva dirección deberá estar lista para la asamblea del próximo año, alrededor de esta misma fecha.
Entre los nombres que ya empezaron a circular figuran tres más resaltantes.
Uno de los más conocidos es el del actual director general de la OIEA (Organización Internacional de Energía Atómica), el argentino Rafael Grossi, quien está intentando conseguir el apoyo de Estados Unidos, también el de Rusia y China, para que como miembros del Consejo de Seguridad de la ONU no voten en contra de su candidatura.
Recientemente estuvo de viaje en Moscú, en un encuentro internacional denominado “Semana Atómica Mundial” que se celebró entre los días 25 y 28 de septiembre, y en su discurso inaugural, así como en conversación con el presidente Putin, felicitó a Rusia por su liderazgo mundial en la importancia estratégica de la energía nuclear para alimentar tecnologías que marcarán el futuro, entre ellos la inteligencia artificial. En este evento hizo un intenso lobby dando a conocer su interés por encabezar a la organización global.
Se dice que la candidatura más fuerte, hasta ahora, sería la de la economista y ex vicepresidenta de Costa Rica, Rebeca Grynspan, quien hace un par de semanas marcó su decisión de correr por la Secretaría General de la ONU. En el año 2021 asumió como secretaria general de la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo, y esta responsabilidad junto al apoyo que tendría de Washington la hace hipotéticamente con las mayores posibilidades de llegar al alto cargo.
En su actual responsabilidad evitó confrontar la nueva política tarifaria de Trump, afirmando que “Nuestra petición es que reconsideren. No es que estemos cuestionando lo que están haciendo, es que (las medidas sobre los países más pobres) no tienen impacto en los objetivos que Estados Unidos se ha fijado para su política comercial”.
Y finalmente está la ex presidenta chilena Michelle Bachelet, que fue la única que tuvo un anuncio formal por el presidente Gabriel Boric en su intervención ante la Asamblea (de los 21 minutos de discurso, cuattro de ellos se dedicaron a su presentación). Allí afirmó que “Es para mí un tremendo honor anunciar desde aquí que Chile nominará a nuestra ex Presidenta Michelle Bachelet Jeria como candidata a la Secretaría General de Naciones Unidas, que además nos está acompañando en esta sesión”.
Afirmó que “Michelle Bachelet no solo es una figura ampliamente conocida y respetada en el ámbito global, es una mujer con una biografía profundamente coherente con los valores que inspiran esta organización”. Circula en los pasillos de la ONU que es necesaria una señal potente de renovación abriéndose a una secretaría encabezada por una mujer.
Si bien esta adelantada nominación por parte del Gobierno de Chile ha traído las clásicas disputas en la política interna del país, muchas de ellas de poca monta, lo que más debiera preocupar es la suerte de simplismo oficial en la argumentación, ante una coyuntura mundial tan compleja y ante un organismo de la importancia y trascendencia como es Naciones Unidas.
Es importante la proposición de una candidatura femenina, es innegable la historia política de la ex presidenta, tanto en Chile como en el campo internacional, pero con todo eso aún así no alcanza, porque los próximos años de la situación mundial serán muy críticos, nos enfrentaremos a desafíos globales muy desafiantes, y quizás algunos de carácter decisivo; los conflictos armados, las corrientes migratorias, el desarrollo económico, las urgencias ambientales, las carreras armamentísticas, el tránsito hacia la multipolaridad, el cumplimiento de la Agenda 2030, y un largo etcétera.
Es casi un consenso en el sistema internacional que justamente la ONU está en una fase muy crítica de la capacidad real de cumplir un rol protagónico. En esta misma Asamblea hemos escuchado a líderes de distintas orientaciones ideológicas referirse a aquello, algunos brutalmente como lo hizo el presidente Trump. Desde la auspiciosa y esperanzadora creación de la organización en 1945 se ha visto una evolución que se ha venido degradando y vaciando de contenido y fortaleza, hasta el minuto actual en que es irrelevante e impotente frente a los desafíos contemporáneos.
Aparece también como necesaria que la nueva administración tenga un perfil político-ideológico progresista, justamente por los desafíos civilizatorios en clave de promoción de derechos, justicia, igualdad, fraternidad en contextos de paz y soberanías. Pero también en esa variable hay que hilar fino, porque actualmente tenemos a un secretario general que viene del Partido Socialista portugués, pero que no logró darle un carácter en esa dirección.
Todas esas condiciones nominalmente las tendría la ex presidenta Bachelet, pero es pueril defender su candidatura solo en base a eso. Por lo tanto, lo relevante y fundamental es saber cuál es el programa de gobierno que propone para enfrentar los desafíos mundiales, cómo superar la crisis de la organización, cuáles serían los pilares de la renovación, y cuál sería su estilo de conducción para superar tanta burocracia y desidia administrativa.
Que esta vez, sobre todo por la urgencia que exige la transición en el sistema mundial, no acudamos a narrativas patrioteras ni a cuentas de una suerte de tradición política internacional de Chile, cuando lo que está en juego es bastante más grande que un ego nacionalista. Los próximos cinco años serán decisivos, y necesitamos liderazgos a esa altura.
Por Carlos Gutiérrez P.
Carta Geopolítica 64 – 30/09/2025
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