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Una tormenta de dignidad (II)

Una tormenta de dignidad (II)


En la primera parte de este trabajo señalé, a partir de las consideraciones de la profesora de derecho internacional Shadh Hammouri que la legitimidad de la resistencia palestina, incluso la armada, está fuera de toda discusión.

Una prerrogativa establecida por diversas fuentes del derecho internacional (1), opiniones de los propios estados y los estudios y opiniones de académicos de los países del Sur global, que han ido construyendo, paso a paso, un derecho internacional distinto al actual. Uno que permita eliminar la presión hegemónica de las grandes potencias occidentales. Una resistencia que, insisto, no es compatible con la prohibición del uso de la fuerza y la lucha armada, ya que constituye una forma de autodefensa colectiva por parte de los pueblos.

Lo anterior permite señalar con férrea convicción que la comunidad internacional, que en el plano del derecho se denominan los “terceros estados”, están obligados a reconocer la legitimidad de la resistencia del pueblo palestino –y por ende apoyar aquello que signifique concretar dicha tenacidad en la lucha por su autodeterminación, por su dignidad, por esa independencia verdadera, no sólo formal. Y, en ese plano, la entidad ocupante está forzada a abstenerse de perseguir esa legitimidad y menos aún invocar la legítima defensa como justificación, para violar el derecho internacional en respuesta a tales formas de lucha.

Israel, que en forma contumaz viola los derechos humanos del pueblo palestino, es un violador crónico del derecho internacional y en específico del derecho internacional humanitario (DIH) en puntos que, de tan evidentes, resulta absolutamente inaceptable que no se le castigue por sus crímenes. El DIH prohíbe, entre otras cosas, «los medios y los métodos militares que no distinguen entre las personas que participan en los combates y las personas que no toman parte en los combates, a fin de respetar la vida de la población civil, de las personas y los bienes civiles, que además causan o sufrimientos innecesarios y causan daños graves y duraderos al medio ambiente”.

Esa es la realidad de Gaza hoy, con cientos de miles de muertes, ya sea mediante asesinatos directos y muertes indirectas. Esto, a través de la negación de alimentos, sanitaria (por la destrucción del 75% de los hospitales) tras la destrucción de la infraestructura sanitara. La imposibilidad de atender las patologías de la población. No poder efectuar la atención a pacientes con cáncer, diálisis, entrega de fármacos a hombres y mujeres afectados de diversas enfermedades. Una atención que impida la presencia de infecciones intrahospitalarias; las muertes de neonatos por no contar con instalaciones de neonatología. Miles de niños mutilados; aquellos hombres y mujeres que yacen bajo los escombros. La destrucción de infraestructura, industrial, agrícola, vial, educacional, religiosa, habitacional.

La Declaración Universal de Derechos Humanos subraya, en su preámbulo, en específico en su párrafo tercero que «es esencial, para evitar que el hombre se vea compelido, como último recurso, a la rebelión contra la tiranía y la opresión, que los derechos humanos sean protegidos por el imperio de la ley«. La redacción del preámbulo indica que el «recurso a la rebelión contra la tiranía y la opresión» es una posición previsible cuando los derechos humanos no están protegidos por el imperio de la ley (2).

El análisis de Tormenta de Al Aqsa y lo que dicha operación valerosa de la resistencia palestina ha generado, permite consignar puntos evidentes, necesarios repetir una y otra vez como parte de la lucha política, económica, mediática, cultural como también militar:

El volver a revitalizar la justeza de la lucha del pueblo palestino tras años de invisibilizar la lucha de resistencia, donde se ha generado política destinada a marginar, a borrar de la escena internacional el derecho a la autodeterminación de millones de seres humanos, cuya tierra, en el caso de Palestina, ha sido ocupada por más de siete décadas. Al igual que las invasiones, agresiones, expolio y ocupación de territorios en El Líbano y Siria.

Otro punto valioso ha sido el volver a centrar a Palestina como parte de la preocupación y solidaridad internacional, convirtiendo así un camino concreto de necesario respaldo, la suma del mundo árabe y de la Umma, que avance hacia la mayor parte del planeta. Esto, porque Palestina y su defensa no es un tema meramente político o religioso, es un imperativo de humanidad que favorezca el derecho palestino a su autodeterminación bajo el marco de justicia, dignidad y obligaciones internacionales.

Tormenta de Al Aqsa, con su impronta y efectos ha redefinido el equilibrio geopolítico en la región de Asia Occidental, con efectos evidentes en el conjunto del planeta, mostrando la necesidad de defensa de los derechos humanos, la integridad territorial no sólo del pueblo palestino, sino también de sociedades como la de El Líbano, Yemen, Siria, el pueblo saharaui.

Sumemos la vía de volver a reflotar la exigencia de respeto al derecho internacional y sobre todo los derechos humanos de las poblaciones sujetas a agresiones, invasiones, ocupación y crímenes, más allá de la región de Asia occidental, como lo vislumbramos con las políticas de máxima presión contra Cuba, Venezuela, Corea del Norte e igualmente contra grandes potencias contra las cuales se suelen utilizar mecanismos vinculados a las llamadas revoluciones de colores.

Tormenta de Al Aqsa es un movimiento telúrico, que signa la resistencia como el único camino de liberación, que ha sacado a la luz el plan de solución final llevado a cabo por el régimen nazisionista israelí, exponiendo ante el mundo las alianzas espurias entre el ente sionista, Estados Unidos y gobiernos árabes sometidos al poder hegemónico y arrogante liderado por ese Washington, con un ímpetu de hegemonía y jactancia que es necesario frenar. Eso implica, en la región de Asia Occidental, centrar el debate y las determinaciones en avanzar hacia la unidad árabe, islámica, en lugar de seguir propiciando políticas de dominio ajenas a la región.

Finalmente, me parece relevante consignar que la cacareada imagen de desarrollo, progreso y consideración del ente nazisionista judío israelí como “la mayor democracia de Asia occidental” cayó pesadamente al suelo. Revelando no sólo la ficción de dicha imagen, sino evidenciando que estaba edificada sobre pies de barro. Ello, con base en la labor de relaciones públicas, manejo de medios y sobre todo una narrativa falsaria. Israel ha demostrado ser lo que es: una entidad criminal cuya ideología debe ser eliminada.

Símbolo de resistencia y ruptura histórica, “Tormenta de Al Aqsa” representa un punto de inflexión en la lucha de liberación, rompiendo el statu quo del bloqueo de Gaza, vigente desde 2007, y afirmando el derecho a resistir el colonialismo. A pesar de que, año tras año, el ente genocida sumaba más y más muertes palestinas, ocupaba más y más tierras, construía más y más kilómetros de un muro de apartheid, el mundo recibía constantemente la narrativa falsificadora, plagada de manipulación y desinformación por parte de Israel y sus aliados.

Tormenta de Al Aqsa rompió en mil pedazos esa tendencia y mostró la real dimensión de la cara racista, criminal, supremacista, genocida del ente nazi sionista. Una operación de dignidad que ha sido un catalizador de las marchas multitudinarias a favor de Palestina y de su pueblo, que ponen en el centro las acusaciones de genocidio contra la sociedad israelí y su régimen civil militar.

La dificultad, evidentemente nos señala que, a pesar de las masivas, multitudinarias movilizaciones a favor del pueblo palestino y condena al genocidio, no impide que aquellos gobiernos cómplices del sionismo, entre los cuales encontramos a las administraciones de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Argentina, Paraguay, monarquías y gobiernos traidores árabes, entre otros, sigan con su apoyo político, diplomático, financiero y militar con el ente israelí.

Pero, indudablemente, y en una mirada del vaso lleno, positivo, de aquello que estás sucediendo en el mundo, me parece que esas marchas con millones de hombres y mujeres, familias, niños, políticos, la sociedad civil influye positivamente en la visión y necesidad de terminar con el sionismo, que implica detener el genocidio, pero también castigar a sus ejecutores. Uno de los puntos que signan esta idea se vislumbra con la denuncia y persecución de los criminales, en cualquier parte del planeta. Como aquellos soldados que viajan por el mundo como si su labor genocida simplemente significara un trabajo más.

Organizaciones defensoras de derechos humanos, incluso organismos internacionales que suelen ser bastante tibios, han tenido que decir las cosas por su nombre: Israel es genocida, es criminal y se debe cumplir aquello llamado derecho internacional. Las marchas ayudan a esa conducta y se deben intensificar, no podemos parar. Y eso es obra también de Tormenta de Al Aqsa.

Existe una victoria estratégica palestina desde el punto de vista político, marcado por la operación de la resistencia palestina aquel 7 de octubre de 2023, con el ímpetu de resistencia de un pueblo que no se somete y enfrenta con determinación y un coraje a toda prueba al régimen agresor.

Hablo de victoria porque más allá de elementos militares, que lógicamente resultan absolutamente desequilibrados entre el régimen nazisionista y la resistencia palestina, la línea a considerar es ese abismo entre una sociedad de extremistas y la evidente voluntad y moral combativa de todo un pueblo que se niega a abandonar su tierra, que resiste y que obliga a la entidad israelí a buscar el sostén de su padre putativo estadounidense que le permita aminorar, tanto su debilidad política interna como también su raquitismo moral externo. Gaza le ha mostrado al mundo la grandeza de su coraje y dignidad.

Por Pablo Jofré Leal

Periodista. Analista Internacional

Artículo para Hispantv.



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