El patrimonio vivo de una biblioteca pública
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El patrimonio vivo de una biblioteca pública


Un actor clave para la preservación del patrimonio, su uso y difusión son las y los bibliotecarios. Pese a que aún ha déficit de bibliotecas, en muchas comunas son la puerta más accesible a la cultura y la memoria.

Carolina Olivera, funcionaria de la Biblioteca Pública de Quinta Normal, con una amplia trayectoria en el ámbito público, enfatiza el rol fundamental de las bibliotecas como «vértebras» de la gran columna que conforma el patrimonio. Su labor se centra en resguardar el conocimiento contenido en los libros, pero también en ser una cuna para iniciativas territoriales que promuevan la cultura y los derechos humanos. Sin embargo, si no fuera por fechas especiales, donde la atención se vuelca hacia la cultura, el libro a menudo pasa a un segundo plano, evidenciando una menor afluencia de público a estos espacios.

Olivera subraya que, aunque las fechas conmemorativas como el Día del Patrimonio o el Día del Libro generan un repunte en el interés en la ciudadanía, son insuficientes para revertir la precaria cultura lectora del país: «siempre es poco, porque no da abasto, es súper limitado», lamenta. La bibliotecaria destaca que, a diferencia de otras instituciones, las bibliotecas públicas buscan el fomento de la lectura, ofreciendo colecciones de acceso abierto que permiten a cualquier persona explorar y llevarse el material a casa.

Olivera asegura que, en un país donde más del 70% de la población se encuentra en la categoría de «analfabetismo funcional», según las cifras de encuestas lectoras, el desafío es mayor: “nosotros tomamos todas las fechas y nos colgamos para incentivar y fomentar la lectura, así como la del día del Patrimonio, y sacamos a relucir todas las colecciones patrimoniales”. Además, sostiene que el libro, por su propia naturaleza, es un patrimonio material vivo, portador de tradiciones e historia a través de la palabra escrita, sin la necesidad de tratarse de una reliquia.

El trabajo diario de las bibliotecas públicas se orienta a que este patrimonio material sea disfrutado por el mayor número de personas posible. Cada libro, desde el más antiguo hasta la última novedad, encierra un valor incalculable al contener la memoria colectiva y la tradición oral que se plasma en las páginas.

“El libro en sí mismo es un patrimonio material y nosotros estamos llamados y mandatados a que justamente ese patrimonio material sea disfrutado por el máximo de personas posible”- comenta la bibliotecaria.

Se trata de reconocer al libro no sólo como un objeto, sino como un patrimonio vivo que contiene la esencia de nuestra cultura, al que tendemos a ignorar si no se trata de fechas conmemorativas.

Ivette Barrios
El Ciudadano