La primera estrella del Pirata
Politica

La primera estrella del Pirata


Por Jean Flores Quintana

En este país, forjado en la lógica implacable del centralismo, ser de región es un acto de resistencia. Pero ser de Coquimbo Unido es una declaración de principios. Es asumir voluntariamente, desde la fundación del club en 1958, la identidad del «Pirata»: el outsider que navega con sus propias reglas.

El temple aurinegro es el del puerto, el del trabajo, el del «Fortín» que defiende un orgullo que aprendió a no esperar favores.

Esa tenacidad encontró su gran profecía en la mítica campaña de 1991. En un Chile que apenas recuperaba el aliento, el Coquimbo del legendario José Sulantay escribió el primer capítulo. Con Pedro «Heidi» González como estandarte y la solidez de Rolando Rivera y Luis Corvalán, ese equipo ganó la convicción. No se alcanzó el título —ese honor fue para Colo-Colo—, pero se obtuvo la primera clasificación a la Copa Libertadores. Ese subcampeonato no fue una derrota; fue una promesa.

Esa promesa palpitó con fuerza en el Apertura 2005, cuando la oncena de Raúl Toro, con la artillería de Marcelo Corrales, la jerarquía de Héctor “el Choro” Robles y la magia de Miguel Ángel Romero, alcanzó otra final inolvidable. Y se proyectó al continente en la imborrable Copa Sudamericana 2020, donde la banda de Juan José Ribera, con la velocidad de Rubén Farfán y el talento de Joe Abrigo, avanzó hasta una semifinal.

El ’91 fue la profecía. El 2005, la confirmación. El 2020, el aviso continental. Esas gestas heroicas cimentaron el honor, pero el destino exigía la corona.

Hasta ahora.

Porque este año, el guion ha dado un vuelco. La tripulación de Esteban González hizo lo impensable. Liderados por la seguridad de Diego Sánchez en el arco, la solvencia de Manuel Fernández, la zurda magistral de Matías Palavecino y los goles decisivos de Cecilio Waterman, no solo abordó el barco; se quedó con el tesoro.

Por primera vez en su historia, el Pirata subió al mástil más alto del fútbol chileno y bajó del firmamento su primera estrella.

Que nadie se confunda: esto no es solo un trofeo. Es la culminación de un viaje. Es la validación de cada bandera en el cerro y cada grito en el Fortín. Esta estrella honra la memoria de Sulantay, los goles de Corrales y las hazañas de Ribera, y consagra al plantel de Palavecino y Waterman. Es el triunfo que cambia el mapa para siempre.

Hoy, la bandera aurinegra brilla más fuerte.

Por Jean Flores Quintana

Fuente fotografía


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

Sigue leyendo: