Retrato de una familia ecuatoriana en el Moscú Eterno
Politica

Retrato de una familia ecuatoriana en el Moscú Eterno


Por César Verduga Vélez*

El ilustre general Charles de Gaulle, héroe de la resistencia anti-nazi, que simbolizó lo mejor de Francia en la Segunda Guerra Mundial decía, que Francia no podía vivir sin grandeza. Yo agrego, que Rusia tampoco puede vivir sin grandeza.

En el orden bipolar de la guerra fría, que abarcó desde 1947 hasta 1990, Rusia no solo fue el polo opuesto a Estados Unidos y Europa Occidental para mantener la paz y evitar una guerra nuclear, que habría destruido el planeta, sino también el iniciador de la carrera espacial, un gran centro de desarrollo científico y artístico, apoyo fundamental para los movimientos de liberación nacional en África, Asia, América Latina y el Caribe, y formador de profesionales y especialistas para los países de la periferia del mundo en desarrollo.

En ese contexto nació la Universidad de la Amistad entre los pueblos, que lleva el nombre de Patrice Lumumba, en honor al mártir por la independencia africana.

En los años 60 del siglo XX a esta Universidad acudimos a estudiar muchos latinoamericanos, que tuvimos la suerte de vivir la experiencia singular y llegar conocer el Moscú soviético, con todas sus peculiaridades, que nos asombraban, molestaban y fascinaban.

A mí me abrió una ventana al conocimiento fáctico de las singularidades de los distintos países de Latinoamérica, de las naciones del Lejano, Medio y Cercano Oriente, y de las recientemente independizadas naciones africanas.

Y, especialmente, me permitió conocer y llegar a amar para siempre al pueblo ruso, la grandeza de su historia, de su cultura, la belleza incomparable de sus mujeres y la generosidad de su pueblo, multinacional, pluriétnico, con una alma filosófica, retratada extraordinariamente por el genial Dostoyevski.

Vivir el Moscú de los sesenta fue una experiencia única e inolvidable. No solo aprender el idioma de Tolstói y la economía internacional, sino adquirir una visión del mundo y del orden internacional como objetos siempre cambiantes.

Pero también haber hecho amigos del mundo entero, tener maestros, que habían llegado a Berlín como soldados para acabar con el régimen nazi de Hitler, y 20 años después educaban a jóvenes de países lejanos a interpretar la realidad y planificar un desarrollo equitativo, pero siempre al servicio de su pueblo y no de intereses facciosos.

Y después de 36 horas de clases semanales y 24 horas de estudio y lecturas en la residencia, en la Biblioteca Lenin o en la Biblioteca de lenguas extranjeras, salir el sábado noche y el domingo completo a visitar Moscú, sus museos, sus cines, sus teatros, sus restaurantes, conocer gentes educadas y cultas, disfrutar en su compañía inolvidables tertulias amistosas y/o amorosas.

Llegué a Moscú en el año 1964 y finalicé mi carrera universitaria en el año 1971, para luego ocupar varios puestos importantes, entre ellos, fui primer Ministro del Ecuador por dos veces y una vez Ministro de trabajo, la Universidad Patrice Lumumba me consideró un héroe por este motivo. También fui presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso Nacional del Ecuador, diputado del Congreso Nacional del Ecuador y consultor del Programa de desarrollo de la ONU (PNUD) en el proyecto “Gestión y desarrollo humano“, Ecuador.

En ese Moscú conocí a Ana Jusid, estudiante argentina de la Facultad de Filología e Historia, hicimos pareja y más tarde, en el Chile de Allende, concebimos un hijo.

Ana Jusid también poseía un Máster en Desarrollo Urbano y Regional del Colegio de México. Ha ejercido la docencia en universidades de Argentina, Chile, Ecuador, México y Chile, y ha sido asesora y consultora de diversas organizaciones nacionales e internacionales en el área de maternidad adolescente. Ana también ha sido miembro de la Dirección General de Cultura de la Universidad Nacional de Quilmes y columnista de Radio Nacional.

Ana Jusid fue la autora de los libros «Las niñas mamás» (ensayos), «La Revuelta de los padres» y «Mientras como chocolate» (novelas). En 2007 y 2008 se estrenaron en el Centro Cultural Caras y Caretas obras de teatro basadas en estas dos últimas.

Nuestras vidas fueron distintas y nos separamos como pareja , pero jamás como padres de nuestro hijo argentino Demián, novelista y periodista. Ana Jusid fue profesora de la Universidad Nacional de Quilmes en Buenos Aires desde 2003 hasta su muerte en marzo de 2022. La Universidad inauguró una exposición permanente en homenaje a Ana Jusid en la sala de la Facultad de Ciencias Sociales donde impartía clases.

En ese Moscú de los sesenta vi llegar a de Gaulle y pronunciar discursos en ruso, escuché poemas de Pablo Neruda, o anécdotas de Guatemala a Miguel Ángel Asturias, ambos Premios Nobel de Literatura.

Y una tarde de sábado en las tradicionales tardes rusas de Poesía conocí en el Parque de Cultura Gorky a Yevgueni Yevtushenko, con quien anudé una amistad, que se prolongó hasta el siglo XXI.

En ese Moscú de los sesenta conocí a Boris Koslov, pintor religioso no partidario del régimen soviético, que me obsequió un cuadro que le entregué a mi exesposa Ana Jusid fallecida, y que cuelga en su departamento de Buenos Aires, después de su muerte.

Del Moscú de los sesenta conservo recuerdos inolvidables, semejantes a los que Ernest Hemingway tiene del Paris de los 20-30, recogidos en su hermoso libro «Paris era una fiesta». Así, Moscú de los sesenta es para mi una fiesta del espíritu, que me acompaña donde vaya.

En el siglo XXI, mi sobrino Marko Calderón Verduga, nacido como yo, en Portoviejo, en la provincia de Manabí en Ecuador, también llegó a Moscú, Rusia en el año 2011 y se graduó en la Universidad Rusa de la Amistad de los pueblos Patrice Lumumba. Tal y como lo hice yo, porque de hecho, él se ganó una beca para estudiar su Licenciatura en Ciencias Políticas y graduarse por ende, en esa misma carrera en el año 2017, para luego hacer un máster en Resolución de conflictos del mundo globalizado y graduarse en esa carrera también en el año 2019 en la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos Patrice Lumumba.

Para Marko también Moscú es una fiesta del espíritu, que lo acompaña para siempre en su vida.

César Verduga con el expresidente de Francia, François Mitterrand.
César Verduga con el expresidente de Argentina, Raúl Alfonsín
Ana Jusid en Moscú
Marko Calderón Verduga en su incorporación de Licenciado en Ciencias políticas en Moscú, Rusia