El nombre de la Dra. Jane Goodall, quedará para siempre en lista de quienes por medio de la ciencia y el activismo han luchado por cuidar la Tierra, redefiniendo la relación entre la humanidad y el reino animal.
La científica, etóloga incansable y una de las ambientalistas más influyentes del mundo falleció a los 91 años por causas naturales, según informó el Instituto Jane Goodall en un comunicado divulgado el miércoles. Su partida ocurrió mientras desarrollaba una gira de conferencias por Estados Unidos, una prueba final de su inquebrantable compromiso con la conservación del planeta y los animales silvestres, hasta el último momento.
El instituto que lleva su nombre fue el primero en rendir homenaje a su figura, destacando que “los descubrimientos de la Dra. Goodall como etóloga revolucionaron la ciencia, y fue una incansable defensora de la protección y restauración de nuestro mundo natural”.
Goodall forjó su conexión con África y los chimpancés desde la juventud, al cumplir 23 años, con solo un título de secretariado y experiencia previa en una compañía de documentales, emprendió un viaje a Kenia que marcaría el rumbo de su vida. Fue en ese continente donde conoció al célebre antropólogo Louis Leakey, quien, reconociendo su aguda capacidad de observación y su pasión, la invitó como asistente a la garganta de Olduvai en busca de restos fósiles.
El momento decisivo llegó en 1960. Leakey la envió, acompañada de su madre, al entonces remoto Parque Nacional de Gombe, en Tanzania, con la misión de convivir con chimpancés en su hábitat natural.
Allí, sumergida en la selva, comenzó una investigación pionera que cambiaría para siempre la etología, al documentar comportamientos de los primate que sacudieron los cimientos de la ciencia establecida.
En Gombe observó, con meticuloso detalle, cómo los chimpancés utilizaban palitos de madera, que ellos mismos preparaban, para extraer termitas de sus nidos. Más impactante aún fue ser testigo de cómo cazaban activamente pequeños mamíferos para alimentarse, desmontando la creencia universal de que eran exclusivamente herbívoros.
Estos hallazgos, que demostraban que los chimpancés no solo usaban, sino que fabricaban herramientas —una capacidad que se creía exclusivamente humana—, provocaron una conmoción en la comunidad científica. Ante la evidencia, el propio Louis Leakey declaró: “Ahora tenemos que redefinir la palabra ‘hombre’, la palabra ‘herramienta’ o incluir a los chimpancés con los humanos”. Esta frase, pronunciada hace más de seis décadas, encapsula la magnitud del cambio de paradigma que Goodall impulsó.
Orígenes de una leyenda y construcción de un legado
Nacida en Londres el 3 de abril de 1934, la fascinación de Goodall por el mundo animal se despertó de manera temprana e inocente. Su juguete más preciado en la infancia fue un chimpancé de peluche llamado Jubilee, el cual le fue regalado en su segundo cumpleaños. Esta semilla de curiosidad se nutrió después con las aventuras de obras literarias como “El libro de la selva”, “Tarzán” y “Dr. Dolittle”, que alimentaron su sueño de vivir entre animales salvajes en África.
Sus investigaciones de campo, sentaron las bases para la creación de un equipo científico especializado. Su trabajo fue tan revolucionario que logró obtener un doctorado honorario en Etología de la Universidad de Cambridge en 1965 . Para consolidar y expandir su misión, fundó el Instituto Jane Goodall en 1977, una organización global dedicada a la conservación de hábitats, la investigación y la mejora de la vida de los chimpancés en cautiverio y en la naturaleza, consignó Diario U de Chile.
A partir de 1987, Goodall, quien había establecido su base en Bournemouth, al sur de Inglaterra, ciudad donde transcurrió su juventud, dedicó la mayor parte de su tiempo a giras internacionales. Su misión ya no era solo observar, sino actuar. Recorrió el planeta promoviendo la conservación de la biodiversidad con un mensaje de esperanza y acción. Sobre su metodología, siempre defendió la importancia de la conexión emocional, manteniendo que “es perfectamente posible estar involucrada sentimentalmente con los chimpancés y sentir empatía por ellos”, un principio que guió su enfoque único hacia la ciencia y la protección animal.
Observación única y cercana de los chimpancés
La mayoría de las observaciones de Goodall se centraron en varias generaciones de una tropa de 30 a 40 chimpancés, la especie genéticamente más cercana a los humanos, a cada uno de los cuales les d io nombre, llegando a conocerlos personalmente.
La científica observó sus cortejos, rituales de apareamiento, nacimientos y la crianza.
Goodall reveló que las madres chimpancé solo pueden dar a luz una vez cada cuatro años y medio o seis, y que la tropa del parque Gombe solo tenía una o dos crías al año.
También descubrió ante el mundo que las madres primerizas tenían la costumbre de esconder a sus crías de los machos adultos, lo que les provocaba que llevaran a cabo una serie de demostraciones frenéticas como saltos y jadeos. Sin embargo, pudo comprobar que una madre experimentada permitía libremente que los machos y otras hembras vieran a sus crías, consignó The New York Times.
Reconocimiento en Chile y a nivel global para Jane Goodall
La trayectoria de Jane Goodall fue reconocida con más de una veintena de doctorados honoris causa —entre ellos el de la Universidad de Chile— y las distinciones más prestigiosas, entre las que fiiguran la Medalla de Tanzania, el título de Comandante de la Orden del Imperio Británico, la medalla Hubbard de la National Geographic Society y los premios Kioto, Caring y Gandhi/King de la No Violencia.
La ONU la nombró Embajadora de Paz en 2002, y al año siguiente recibió la Medalla Benjamin Franklin. En España, fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 2003 y el Premio Internacional de Catalunya de 2015, a los que se suman reconocimientos recientes como el Templeton de 2021 y la medalla Stephen Hawking a la comunicación científica en 2022.
Su legado, sin embargo, traspasó con creces el ámbito académico y de los galardones. Goodfall Inspiró a nuevas generaciones a través de la serie infantil ‘Jane’ en Apple TV, que narra las aventuras de una niña y su compañero chimpancé, llevando su espíritu de curiosidad y respeto a los más pequeños.
Paralelamente, amplió su labor divulgativa participando activamente hasta el final en campañas globales por los derechos de los animales y la valoración de la biodiversidad en foros internacionales.
La partida de Jane Goodall deja un vacío inmenso, pero también un planeta más consciente y una hoja de ruta imborrable. Su vida fue un puente entre la observación científica más rigurosa y un enfoque empático hacia la protección animal, demostrando que entender y querer a la naturaleza no son conceptos opuestos, sino las dos caras de la misma moneda: el cuidado de la Tierra.