El trabajo invisible de las y los docentes: El avance de Recoleta pensando en un futuro estado docente
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El trabajo invisible de las y los docentes: El avance de Recoleta pensando en un futuro estado docente


Las y los docentes de Recoleta, por medio de sus representantes del Colegio de Profesoras y Profesoras Comunal, instalaron el año 2023, la necesidad de avanzar a las 40 horas de jornada, impulsado de esta manera la implementación que diera justicia al trabajo no lectivo, hoy su directiva actual valora, aporta y defiende también esta política.

Arnoldo Macker Aburto. Profesor. Magíster en Educación y Gestión Educacional, Doctorando en Ciencias de la Educación. Santiago. 10/2025. En Chile, las y los profesores trabajan mucho más allá del aula y de su jornada laboral. Planifican, corrigen, evalúan, redactan informes, se comunican con familias y asisten a reuniones, postergando su vida personal. En silencio cargan sobre sus hombros la burocracia de un sistema que mide resultados, pero rara vez considera el tiempo humano que requiere enseñar. Ese conjunto de tareas invisibles, que son parte de lo conocido como trabajo no lectivo, constituye una deuda estructural del Estado con el profesorado chileno.

Desde 2023, la comuna de Recoleta decidió enfrentar esa deuda con una política inédita: la implementación de horas asincrónicas docentes.

Esta medida fue diseñada por el equipo de la Unidad de Aseguramiento de la Calidad, dirigida por quien escribe estas líneas, e impulsada por el alcalde Daniel Jadue y el jefe de Educación Adrián Medina Gómez.

Recoleta comprendió que mejorar la educación pública no depende solo de infraestructura o recursos, sino de reconocer y dignificar el tiempo del profesorado.

Las y los docentes de Recoleta, por medio de sus representantes del Colegio de Profesoras y Profesoras Comunal, instalaron el año 2023, la necesidad de avanzar a las 40 horas de jornada, impulsado de esta manera la implementación que diera justicia al trabajo no lectivo, hoy su directiva actual valora, aporta y defiende también esta política.

Las horas asincrónicas visibilizan el trabajo pedagógico que continúa más allá del timbre o la campana. Detrás de cada clase hay horas de reflexión, preparación y diálogo profesional que requieren tiempo protegido y autonomía. Por eso, esta política no es una simple innovación administrativa: es un acto político, ético y educativo.

Devuelve al profesorado el derecho a disponer de tiempo propio dentro de su jornada laboral, para pensar, planificar y evaluar sin la presión del reloj ni la mirada fiscalizadora.

En países de alto desempeño y baja tasa de agotamiento docente, como Finlandia, en distintos estudios como “The Secret to Finland’s Success: Educating Teachers” y “Taught by Finland-“Teacher Time in Finnish Schools and Beyond” expresan que el tiempo no lectivo ocupa casi la mitad de la jornada laboral. Los profesores enseñan entre 18 y 24 horas semanales, dedicando el resto a planificar, corregir, reunirse o formarse. No están obligados a permanecer en la escuela: pueden hacerlo en casa, en una biblioteca o donde se sientan más cómodos.

En estos sistemas, el Estado confía en la ética y profesionalismo del docente, reconociéndolo como un intelectual de la educación, no como un operario del aula. Por eso, el tiempo de planificación es parte de la jornada y se remunera como tal.

En Chile, en cambio, el profesorado sigue atrapado en la paradoja del tiempo invisible: trabaja de más, pero se le paga de menos; cumple tareas fuera del horario, pero se le exige más evidencia que confianza.

Tensiones económicas y sostenibilidad del sistema

Resulta especialmente significativo que una política de esta naturaleza surja en un contexto económico adverso.

Los Departamentos de Educación Municipal enfrentan una creciente tensión financiera producto del sistema de subvenciones por asistencia, lo mismo se observa en los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP), el cual no garantiza estabilidad ni permite planificar a largo plazo.

La dependencia de variables como la matrícula y la asistencia diaria genera un escenario de incertidumbre estructural: mientras los costos laborales son fijos y crecientes, los ingresos fluctúan cada mes.

Esta lógica de financiamiento, heredada del modelo neoliberal de los años ochenta (Concha, 2011. Chile, cerrando el ciclo de la administración educativa municipal), precariza la gestión pública local y obliga a los municipios a sostener su sistema educativo con presupuestos cada vez más ajustados, esto incluso es una amenaza para toda política local, la cual se verá ajustada o eliminada en el momento de los traspasos a SLEP

En ese contexto, la política de horas asincrónicas impulsada por Recoleta adquiere un valor aún mayor: se implementó a pesar de la restricción presupuestaria, reafirmando que la dignidad laboral no debe depender del excedente financiero, sino de una decisión ética y política en favor de los docentes, que llama a replicar y mantener en la nueva Educación Pública.

Horas asincrónicas: justicia laboral y pedagógica

La experiencia de Recoleta demuestra que es posible avanzar localmente hacia una nueva cultura del tiempo docente.

Las horas asincrónicas no son una concesión, sino un reconocimiento explícito del valor intelectual del trabajo educativo.

Al liberar espacios dentro de la jornada para la reflexión, planificación y evaluación, se devuelve al profesor su condición de profesional autónomo, capaz de construir su práctica con sentido y profundidad.

Sus efectos son concretos:

  • Reducen el estrés y el agobio laboral.
  • Fortalecen la calidad de la enseñanza.
  • Mejoran la retención escolar y el compromiso docente.

Recoleta se adelantó al debate nacional al demostrar que la educación pública no mejora con más control, sino con más confianza.

Un estudio del sociólogo Rodrigo Meza Aliaga (Universidad Diego Portales, 2024) evidenció que prácticamente el 70% de los docentes de Recoleta reconocen que esta política ha contribuido a reducir el agobio laboral. Si bien las causas del agobio son múltiples, las horas asincrónicas abordan una de sus dimensiones más urgentes: el tiempo.

Asimismo, una encuesta aplicada por la Unidad de Aseguramiento de la Calidad del Departamento de Educación de Recoleta el 2024 mostró que el 93,7% de las y los docentes encuestados valoran positivamente la implementación de las horas asincrónicas y expresan su deseo de que esta política se mantenga y se extienda en el tiempo.

Este resultado refuerza la legitimidad y pertinencia de la medida, confirmando que su impacto trasciende la gestión administrativa para incidir directamente en el bienestar profesional y emocional del cuerpo docente.

Al dignificar el tiempo del docente, también se dignifica la educación de los niños, las niñas, los jóvenes, y las y los adultos.

El multiverso docente: sistematizar la experiencia

El seguimiento y evaluación de esta política comunal dieron origen al texto “El Multiverso Docente”, que sistematiza la experiencia y reflexiona sobre el trabajo invisible, las horas asincrónicas y la salud mental del profesorado.

La publicación desarrolla y recoge testimonios, datos y análisis que demuestran cómo la gestión local puede generar políticas educativas transformadoras, incluso dentro de un sistema nacional altamente centralizado.

“El Multiverso Docente” no solo documenta una innovación del equipo del Departamento de Educación de Recoleta: propone un modelo de educación pública humanizada, donde el tiempo docente recupera su sentido pedagógico, ético y emocional.

Orientaciones para su implementación

Las horas asincrónicas de optimización no constituyeron una reducción de jornada, sino una reorganización del trabajo docente que permite realizar labores individuales propias del tiempo no lectivo, tales como:

  1. Planificación y preparación de clases.
  2. Confección y corrección de instrumentos de evaluación.
  3. Revisión de resultados académicos y cobertura curricular.
  4. Atención y reforzamiento de estudiantes.
  5. Entrevistas con apoderados.
  6. Seguimiento de planes de intervención
  7. Desarrollo profesional y perfeccionamiento docente.

En su implementación, estas horas fueron fijadas preferentemente al término de la jornada escolar, procurando que el profesorado disponga de un espacio protegido y libre de interrupciones para desarrollar su labor reflexiva y técnica.

En todos los establecimientos de la comuna de Recoleta, las horas asincrónicas conocido como “Programa de horas de optimización del trabajo no lectivo”, asigna hasta seis horas cronológicas semanales del horario contractual para docentes con jornada de 44 horas, ajustándose proporcionalmente para quienes tienen contratos de menor duración para su trabajo no lectivo autónomo.

No obstante, cuando las condiciones del establecimiento lo requieran, pueden ubicarse al inicio de la jornada o después del horario de almuerzo, siempre evitando coincidir con las instancias de reflexión técnico-pedagógica u otras actividades colectivas.

El uso de estas horas no es obligatorio, pero sí recomendable dejarlas pactadas para su utilización cuando las y los docentes lo estimen pertinente.

La cantidad asignada es proporcional al número de horas de contrato, garantizando equidad, transparencia y coherencia con el principio de justicia laboral.

Una invitación al país

Lo que ocurrió en Recoleta en educación requirió recursos, un esfuerzo municipal más allá de lo normal para cualquier municipio, es el compromiso con nuestro futuro, los niños, y con quienes son los encargados de formarlos. Es un recordatorio de que la educación pública también se construye con políticas laborales que cuiden a quienes enseñan. El agobio docente no es un problema individual, sino estructural, y requiere respuestas valientes como la del Alcalde Daniel Jadue y otros estadistas que, en otros tiempos, pusieron a la educación chilena como prioridad en sus programas, como Pedro Aguirre Cerda y Salvador Allende por nombrar algunos.

La comuna ya dio un primer paso: reconocer lo que antes estaba oculto. El desafío ahora es que ese ejemplo no quede aislado, sino que inspire un cambio más amplio en el sistema educativo chileno.

Chile necesita aprender de esta experiencia

Si queremos transformar la educación pública, debemos transformar el uso del tiempo.

Las horas asincrónicas son un primer paso hacia una nueva relación entre el Estado y sus maestros y maestras: una basada en la confianza, el respeto y la comprensión de que enseñar requiere tiempo para pensar.

Recoleta junto a Daniel Jadue, comprendió desde su territorio, con visión política, gestión técnica y convicción educativa, la importancia del tiempo de las y los docentes.

Tal vez ha llegado la hora, junto a esta nueva etapa, con la Señora Jeannette Jara, que el país entero lo asuma: “no hay educación de calidad sin tiempo digno para quienes la hacen posible”.