El Ciudadano
Por Gonzalo Díaz

No todo dura para siempre. Las últimas legislaciones de la explotación pesquera en Chile han procurado maximizar la captura y con ello los ingresos, generando enormes utilidades y producción de empleos; esto en la realidad inmediata está perfecto. Pero esta visión cortoplacista, extractivista y mercantilista, no considera la subsistencia de la biomasa necesaria para dar estabilidad al sector, lo que ha provocado interminables ciclos de alta empleabilidad para luego eliminar esos puestos de trabajo, generando burbujas económicas y sociales que revientan en cada veda o incluso en la extinción del recurso.
Esa visión cortoplacista, que se impuso a la industria desde fines de los años 70 e inicio de los 80, generó cambios sociales como la desaparición de la estabilidad laboral, de la distribución de la renta decente y del Estado de Bienestar, que procuraba dar seguridad a las inversiones industriales que requieren largos periodos de recuperación.
Hace una década que el modelo muestra que llegó a su madurez, con un crecimiento potencial en torno al 2% y no se mueve más. Con sólo cuatro grupos de productos dentro de nuestra canasta de exportaciones y con un lentísimo desarrollo hacia un mayor valor agregado.
Lo anterior, claramente se ve en la Región del Biobío, primero, la usina de Huachipato que fue dejada de lado por CAP, la que intensificó su unidad económica minera, y ahora Pacific Blu que avisa su cierre, culpando a la nueva ley de fraccionamiento, pero sus datos económicos muestran una persistente pérdida financiera en el negocio de la captura de merluza con la actual ley, pero un notable aumento en los ingresos producto de la elaboración de alimentos. Quizás un pensamiento centrado en lo fabril habría cambiado el centro de sus negocios hacia lo de mayor valor agregado, pero la persistencia en el modelo agotado terminó asfixiándolo.
Hablar de un modelo industrial es hablar de una visión a largo plazo, que no sólo se centre en una ganancia inmediata, sino en la generación de estabilidad en todos los que conforman el sistema. Los trabajadores con estabilidad e ingresos decentes, las empresas con ganancias permanentes en largo plazo, comunidades participando en estos beneficios y no en lo negativo -como es la destrucción de su ambiente-, sino que en un modelo que respete ello y dé frutos a las colectividades circundantes.
Un modelo que dé estabilidad, que permita planificar la vida y vislumbrar el futuro, dejando atrás las burbujas fruto de borracheras mercantiles; aunque la realidad termina exigiendo medidas de mitigación a los trabajadores y comunidades. Si se sigue porfiando en ello seguiremos viendo cada vez más seguido estos acontecimientos y cada vez será más difícil encontrar excusas a esa ciega forma de hacer las cosas. Es momento de reconocerlo y avanzar por todos y todas, por la patria.
Por Gonzalo Díaz
Asesor de la Unión Portuaria del Biobío y dirigente de Izquierda Libertaria
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